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Centenario +1 del traslado a Puerto Rico de las cenizas de Ramón Emeterio Betances*

Para mi es un honor una vez más estar hoy ante mis poderosos hermanos. En la noche de hoy nos toca conocer como ocurrió la transferencia a Puerto Rico de las cenizas de nuestro poderoso hermano. Ramón Emeterio Betances es considerado uno de los próceres más ilustres de nuestra historia. Si yo pudiera definir a Betances en dos palabras, citándolo directamente, yo diría que era todo “Revolución de Amor.” Betances era todo sentimiento y pasión. La historiografía, como instrumento de interpretación general de la vida, me ha permitido en la masonería estudiar la vida de estos grandes próceres. Estos estudios exhaustivos me han permitido conceptualizar y entender con más profundidad los hechos históricos del pasado, los que nos agobian en el presente, y los que vendrán en el futuro. Además, y más importante aun, me han permitido entender e internalizar que ningún prócer fue perfecto, y que todos, dentro de sus genialidades tenían sus defectos, eran humanos e iban al baño de la misma manera que todos nosotros. A veces nos concentramos tanto en la veneración de la vida de hermanos del pasado que no nos damos cuenta de que fueron todo menos perfectos. Todo lo contrario, algunos ni valen la pena mencionarse.


Ramón Emeterio Betances nació en Cabo Rojo el 8 de abril de 1827. Murió angustiado y pobre en Paris el 16 de septiembre de 1898 luego de sufrir 31 años de destierro y de luchar incansablemente por la independencia de Puerto Rico y las Antillas. Murió varios días antes de que se firmara el Tratado de París, por el cual España cedió a Estados Unidos el dominio de nuestra bella patria como botín de guerra. Según Bonafox “sus últimas palabras fueron encaminadas a ordenar que se incinerase su cadáver.”[1] El periódico de Temps, publicó lo siguiente con relación al entierro del ilustre prócer:


“Los funerales del Dr. Betances tuvieron lugar esta mañana a a las nueve en la más estricta intimidad. Eran puramente civiles. Llevaba el duelo un miembro de la colonia cubana en París. Entre las numerosas personas que acompañaban el humilde féretro, que ninguna floro adornaba, de acuerdo con la voluntad del finado, figuraban médicos de la colonia cubana. El cortejo fúnebre se dirigió de la casa mortuoria al horno crematorio donde se efectuó la incineración.”


Tras la guardia de honor de sus amigos ante su cadáver, el féretro del Doctor Betances fue trasladado de la casa mortuoria del honro crematorio para proceder con la incineración, según el mismo lo solicitó.[2] Sus cenizas fueron depositadas en el cementerio Pére Lachaise. El primer intento de traer las cenizas de Betances fue en la Segunda Asamblea Legislativa, Segunda Sesión de la Cámara de Delegados, cuando se presentó el H.B. 59 de Sr. Montalvo “Proyecto de Ley para trasladar los restos del Doctor Ramón Emeterio Betances desde París a Cabo Rojo, y erigirle un monumento en dicho pueblo.”[3] El proyecto fue sometido a la Comisión de Hacienda y Presupuesto y fue recomendado para su aprobación.[4] El segundo intento de traer los restos de Betances fue en la Cuarta Asamblea Legislativa, Primera Sesión de la Cámara de Delegados, cuando el 1 de marzo de 1907, se presentó un proyecto de ley para estos propósitos. El 1 de marzo de 1907, los Sres. Colberg y Torres presentaron el H.B. 142. “Para trasladar los restos del patriota Betances y erigirle un mausoleo en el pueblo de Cabo Rojo.” [5] El proyecto fue sometido a la Comisión de Hacienda el 14 de marzo de 1907. La Comisión de Hacienda recomendó su aprobación sin enmiendas, fue sometido a votación, siendo aprobado por unanimidad en su segunda lectura. [6] ¿Qué pasó con el proyecto de ley en el Consejo Ejecutivo? Existen preguntas todavía por contestar, como, por ejemplo, ¿por qué se tardaron 13 años en trasladar las cenizas a Puerto Rico?


El 1 de marzo de 1913, el poeta Luis Lloréns Torres funda la Revista de las Antillas. Esta publicación aspiraba a convertirse “un palenque más de nuestra lengua y de nuestra raza, un estímulo de luchas y progreso y un vínculo de fraternidad americana.” [7] Luis Lloréns Torres empezó a proclamar en su revista que era un deber patriótico el traslado de los restos de Betances a Puerto Rico. Citando el testimonio del escritor Luis Boanafaux, se consignó el deseo del ilustre prócer en su lecho de muerte de que sus cenizas fueran trasladadas a la patria. Lloréns Torres dirigió una carta a la Asamblea Legislativa el 2 de febrero de 1913 en donde exhortó al cuerpo legislativo y a los partidarios políticos a la reunión de los fondos necesarios para realizar las gestiones del traslado de los restos de Betances.


El 18 de septiembre de 1917 Alfonso Lastra Charriez fue designado por el Senado y la Cámara de Representantes de Puerto Rico para poner en vigor una Resolución Conjunta del 13 de marzo de 1913 para trasladar a Puerto Rico los restos mortales de Ramón Emeterio Betances. El 10 de junio de 1920 se reunieron en el cementerio Pére Lachaise de París los señores Rafael Martínez Ortiz, enviado de la República de Cuba, la viuda de Betances, dona Simplicia Jiménez, Eugenio Carlos de Hostos, Alberto Bravo, E Font. Guillot, José Coll y Cuchi, entre otros para exhumar las cenizas de Ramón E. Betances y traerlas a Puerto Rico.[8] Esto fue un acto la legislatura del Puerto Rico bajo el Partido Unión de Puerto Rico y la Presidencia de Antonio R. Barceló, para honrar un prócer distinguido como lo fue el ilustre prócer Ramón Emeterio Betances.


Gracias a las gestiones de varios puertorriqueños residentes en Nueva York, el día 19 de julio de 1920 las autoridades de la ciudad expusieron las cenizas del ilustre prócer para que recibiera un homenaje el salón de los gobernadores del City Hall. Durante el homenaje hicieron acto de presencia, entre otros, el Comisionado Residente Félix Córdova Dávila, el presidente de la Corte Suprema del estado de Nueva York, y miembros del consolado en Cuba en Nueva York. Las cenizas, colocadas en una urna de mármol envuelta en la bandera nacional, fueron depositadas en la misma mesa en la cual G. Washington firmó la Declaración de Independencia y usó como escritorio cuando Nueva York era la capital de la naciente república.[9] Fue la primera vez en la historia de la ciudad de NY que se le rendían esos honores a los restos de un mortal extranjero que no fue ni gobernador ni alcalde de la ciudad, mucho menos un extranjero.


El día 5 de agosto de 1920, a las siete de la mañana, el Bufford tocó puerta en San Juan. Con sus banderas a media asta, el crucero de la marina estadounidense atracó en el muelle número 5 de la ciudad capital. Una multitud, calculada en una multitud de personas, contribuyó a la imponencia del acto. Las campanas de la catedral doblaron por 30 minutos. A las ocho de la mañana, comitivas gubernamentales, políticas y sociales hicieron su entrada al vapor para iniciar los actos de homenajes preparados para la ocasión. Por el gobierno estuvieron presentes el gobernador interino del país, José E. Benedicto, el alcalde de San Juan, Roberto H. Todd, el presidente del Senado, Antonio R. Barceló, y el Presidente de la Cámara de Representantes, Juan B. Huyke. Barceló y Huyke, en unión al Vicepresidente de la Cámara de Representantes, fueron las personas encargadas de transportar a las 9am la urna con las sagradas cenizas fuera del barco.

Una guardia de honor, compuesta por miembros de la Compañía C del Regimiento de Puerto Rico, se formó al paso en dirección del coche que transportaba las cenizas al Salón de Sesiones del Senado que se encontraba preparados para recibirlos. Allí permanecieron todo el día y la noche para luego dirigirse el otro día a Cabo Rojo. Los restos fueron también objetos del homenaje en aquella ocasión por la Gran Logia Soberana de Puerto Rico, los cuales recordaron al masón por todas las logias de la isla. El Ateneo Puertorriqueño también ofreció un merecidísimo homenaje al prócer ilustre. A las ocho de la mañana del 6 de agosto de 1920, la Comisión de Cabo Rojo recibió la custodia de la urna para dirigirse por tren al mencionado pueblo.


En Mayagüez, la comitiva fue recibida ya entrada en la tarde por una inmensa muchedumbre, calculada en más de ocho mil personas. Allí la urna que contenía las cenizas recibió el reconocimiento de organizaciones públicas y privadas, incluyendo el consulado cubano, quedado expuesta en la plaza pública para el ciudadano en general. Tras esto, la Comitiva pernoctó en la Logia Adelphia de Mayagüez. La urna quedó bajo la custodia de la Logia Adelphia donde se establecieron guardias de honor toda la noche. A las ocho de la mañana el sábado 7 de agosto, una gran cantidad de gente se encontraba en Cabo Rojo a la espera de comitiva.


El 24 de junio de 1920, La Democracia publicó una extensa apología sobre el doctor Betances suscrita por José Coll y Cuchí, la finaliza expresando lo siguiente:


“Pueblo de Puerto Rico: Betances fue un defensor de nuestros grandes ideales: vamos a tributar un homenaje a la llegada de sus restos, que su memoria será eternamente venerada por nosotros. Procuremos ser dignos de los que han muerto luchando por nuestra libertad; y mantengamos en el Templo de la Patria el sacro fuego del ideal, que un día brillará en la estrella solitaria de la República de Puerto Rico.”



Betances es un símbolo que representa nuestra hermosa madre tierra. Los dejo con las siguientes palabras de Don Pedro Albizu Campos:


Es que las cenizas del ser humano no son cenizas. Es el polvo del que se hace toda la grandeza del porvenir de una raza a toda la grandeza de una nacionalidad. Aquellos que no veneran las cenizas de sus mayores son los verdaderos muertos, los que se extinguen en el cosmos porque son indignos de la personalidad humana…”[10]




*Discurso ofrecido el 4 de octubre del 2021 en la Respetable Logia Nuevos Horizontes #94 de los Valles de Puerto Rico y la Gran Logia Soberana de PR.

[1] Francisco Ortiz Santini, Apuntes sobre el traslado a Puerto Rico de las cenizas del doctor Ramón Emeterio Betances, Casa Aboy Centro Cultural Ramón Aboy Miranda, pág. 18 (1998). [2] Ada Suárez Díaz, El Antillano:biografía del Dr. Ramón Emeterio Betances, 1827-1898, Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, pág. 252 (1988). [3] Actas de la Cámara de Delegados de Puerto Ricoo, Segunda Sessión de la Segunda Asamblea Legislativa, Academia Puertorriqueña de Jurisprudencia y Legislación, pág. 155 (2010). [4] Id., pág. 188. Ese 28 de febrero la Cámara de Delegados le dio la primera lectura al H.B. 71: “Para sufragar los gastos de educación de los hijos del pedagogo puertorriqueño Don Eugenio María de Hostos…” Por los Sres. Díaz Navarro y Palmer. Id., pág. 187. Herminio Díaz Navarro fue Disputado Gran Maestro de la Gran Logia de Puerto Rico. Santiago R. Palmer Irizarry fue el fundador de la Gran Logia Soberana de Puerto Rico en 1885. Estuvo preso en el Morro en la persecución del año terrible del 1887. Cofundador del Partido Unión de Puerto Rico. Fue electo en seis ocasiones Gran Maestro de la Gran Logia Soberana de Puerto Rico. Se inició en 1866 en la Respetable Logia Unión Germana de San Germán. En ese respetable taller se iniciaron Emeterio Betances y Segundo Ruiz Belvis. [5] Actas de la Cámara de Delegados de Puerto Rico, Primera Sesión de la Cámara de Delegados, Academia Puertorriqueña de Jurisprudencia de Jurisprudencia y Legislación, pág. 267 (2014). [6] Id., pág. 500. [7] José A. Romeu, Panorama del periodismo puertorriqueño, Editorial de la Universidad de Puerto Rico, pág. 119 (1985). [8] Delma S. Arrigoitia Peraza, Puerto Rico Por Encima de Todo. Antonio R. Barceló: Vida y Obra 1868-1939, Ediciones Puerto, pág. 444 (2008). [9] El Mundo, 31 de julio y 7 y 9 de Agosto 1920. [10] Discurso pronunciado por Pedro Albizu Csampos., la noche del 8 de abril de 1950, en los actos conmemorativos del Natalicio del prócer Ramón Emeterio Betances.

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